En diciembre de 2019, por invitación del prefecto apostólico P. Angelo Antolini, fundamos una nueva comunidad en Robe, a unos 400 kilómetros de la capital Adis Abeba.
La Prefectura Apostólica se extiende en un territorio de 102.769 kilómetros cuadrados, aproximadamente un tercio del territorio de Italia, con una población total de 3.295.278 habitantes, de los cuales el 0,03% son católicos. Los musulmanes constituyen el 97% de la población.
Los misioneros se dedican a tiempo completo a la evangelización y a la promoción humana en la zona de Robe y en otros centros más pequeños de la provincia de Bale, un estado regional de Oromia que se distingue por la belleza de sus paisajes y la inmensidad de sus tierras fértiles. Sin embargo, la calidad de su tierra, su principal riqueza, aún no proporciona el sustento a todos sus habitantes. Hay muchos trabajadores que, a diario, dependen del uso de la tierra por parte de quienes la poseen y/o tienen capital.
La puesta en marcha de las actividades pastorales y sociales de la comunidad de Robe, aunque ralentizada y obstaculizada por la pandemia epidemiológica global de COVID-19, está registrando buenos resultados en los cuatro lugares de la comunidad: Robe, Goba (a 9 km), Dinsho (a 25 km), Alem Gena (a 30 km). La situación social no es sencilla. Hay un desarrollo económico desigual e insuficiente en la Región, que se ve claramente en el índice de desarrollo económico registrado en 2019, que es de 0,470, un valor que sitúa a Etiopía en el puesto 173 de 189 países.
P. Emanuele Ciccia, uno de los primeros misioneros de la Comunidad en suelo etíope, compartió estas reflexiones tras los primeros meses:
“Queremos hacer de la presencia de la Comunidad una presencia de calidad y testimoniar, a través de nuestro estar allí, el Evangelio. De hecho, incluso antes que las palabras, es nuestro deseo encarnar, como Comunidad, a través de nuestra presencia en el territorio de Robe, la Palabra y el amor de Dios, especialmente en los pueblos que nos han sido confiados”.
Creo que el anuncio comienza ofreciendo nuestra amistad, poniéndonos en la disposición para encontrarnos, sea en el transporte público o, simplemente, comprando en el mercado. Por eso invertimos en la vida cotidiana y en estar, en la medida de lo posible, en medio de gente. Se trata de abandonar la comodidad, de dar “atrevidamente” un primer paso de simpatía hacia los demás y de “ponerse en la calle”… cuando nos movemos, cuando nos ponemos en la calle, es inevitable que algo suceda, que ocurra algo nuevo.
En los Hechos de los Apóstoles, los cristianos, antes de llamarse así, se identificaban como ‘los que estaban en el camino”, por eso intentamos estar en el camino lo más posible. Ya hemos conseguido algunos pequeños y buenos resultados. Han sido muchas las visitas a familias que nacieron de la curiosidad que despertaba en la gente mientras Elizabeth, Teresa, Mari Carmen y yo estábamos, simplemente, “en medio de la calle”.
