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Mozambique

Casa de Misericordia

Una clínica espiritual y humana. Una casa donde se comparte la vida entre jóvenes excarcelados para recibir formación y apoyo en su reinserción en la sociedad

Los jóvenes que viven en la Casa de la Misericordia reciben a cada huésped como si recibiera una visita extraordinaria. En la sociedad nadie los tiene en cuenta y para ellos cada persona que se hace presente es signo de estima y consideración para ellos.

La Casa de la Misericordia nació en junio de 2016 como un lugar de acogida y rehabilitación para expresidiarios. Todo comienza con el deseo de los misioneros y de la Diócesis de ayudar a los que salen de la cárcel a integrarse en la sociedad y de un empresario mozambiqueño que pone a disposición habitaciones para renovar y ampliar.

En el exterior hay un amplio terreno donde se pueden realizar actividades agrícolas para sustentar la casa. Aquí también estarán los laboratorios profesionales, las salas de formación, las salas de pernoctación de los jóvenes y los operadores.

“Es una experiencia maravillosa pasar por esta casa -dice Fulgencio, de 23 años- compartimos el día a día con los otros chicos y nos hemos convertido en una familia”.

Fernando tiene 30 años, es una figura importante en la Casa de la Misericordia y si mira hacia atrás nunca hubiera pensado en llegar tan lejos.

“Vivía en la prisión de Maputo abandonado a mí mismo – dice – fumaba, bebía, tenía una vida dura. Luego comencé a asistir al Laboratorio de la Libertad. Fue un camino muy duro al principio –cuenta– tuve que dejar mis costumbres y mis vicios, tuve algunas caídas, pero me levanté. Salí de la cárcel y doy gracias a Dios por esa experiencia que me hizo crecer. Ahora he elegido continuar mi camino en la Casa de la Misericordia. Se me ha dado confianza, encomendándome responsabilidades aquí en el Centro. Convivir con otros niños es una experiencia positiva, una nueva página en mi vida, con ellos puedo compartir las dificultades, las sonrisas, el camino: todos estamos en un camino hacia nuestros sueños”.

Laboratorio de la libertad

Hacinamiento en las cárceles, condiciones indignas de detención, sistema judicial inadecuado. La situación de las prisiones en Mozambique es realmente crítica. Ante esta emergencia se desarrolla el proyecto “Laboratorio de la Libertad” a favor de los presos para devolver la dignidad y la esperanza a quienes cumplen penas de prisión. Se ofrece a la persona un camino de trabajo sobre sí mismo que facilita el desarrollo de la autoestima, el deseo de redención, la confianza en un futuro diferente, el recomenzar sin volver a caer en los errores del pasado. Estamos en la prisión central de Maputo, donde en un cobertizo en el corazón del centro de detención se recupera a través del trabajo, la formación y la amistad una dignidad que parecía perdida. Lo que producen los jóvenes presos se vende en los bazares y lo recaudado se utiliza para pagar al menos una parte de las costas judiciales y satisfacer las necesidades básicas durante su estancia en prisión. Pero hay más.

Haz de tu vida una obra de arte

Expresar el talento artístico y la creatividad de uno mediante la creación de objetos únicos y valiosos, a partir de materiales reciclados como la paja, el estaño y los cocos, es un reflejo de la transformación de la propia vida en una obra de arte única y preciosa. Luigi teje paja para hacer canastas, Claudio trabaja la cáscara del coco para hacer llaveros y aretes. Una sudadera actúa como un delantal. Luego están los que se encargan de construir rosarios, centros de mesa o incluso bolsos, siempre con material reciclado.

“Aquí no se tira nada, se recupera todo”, dice el Padre Antonio. El lema en la pared central de la sala aclara el sentido del proyecto: “La libertad es ignorar el mal, la libertad es elegir el bien.”

“Son más de 300 jóvenes los que han optado por asistir al laboratorio -explica el Padre Antonio Perretta, misionero responsable del proyecto- y que han demostrado que es posible emprender un proceso de rehabilitación y ser hombres nuevos, capaces de construir el propio la vida. Todos los días se involucran participando en capacitaciones y talleres donde elaboran productos artísticos con diferentes materiales.

Pienso en muchos jóvenes como Félix, que entró en prisión con problemas de alcohol. Al asistir a nuestro programa, se le quitó el vicio. Durante los 11 meses de detención dejó de beber y aprendió a trabajar las latas haciendo diferentes objetos”.

“Aquí, en el laboratorio de la libertad -dice Emanuel me siento más libre, aprendo cosas que nunca pensé que sería capaz de hacer”.“Quiero continuar con estas actividades incluso fuera de la prisión – dice Alessandro y aprender a vivir mejor en sociedad. Antes vivía todo el día tirado en la calle, junto a los que se drogaban o bebían. Conocí el laboratorio y comprendí que Dios me ama tal como soy, aún con mis errores”.

Contactos

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