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¡Él es fiel y me ama siempre!

Simonetta Pili nos cuenta la historia de su vocación por su 25 aniversario de consagración.
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Inicié mi camino en la Comunidad Misionera de Villaregia el 14 de abril de 1991. Celebré mis primeros votos el 1 de mayo de 1996, junto a otros muchos hermanos y hermanas, con la alegría de poder ofrecer a Dios mi sí, mi vida, mi juventud y también, en cierto modo, un corazón totalmente dispuesto), con el deseo de saber escuchar y responder cada día con un sí a la voluntad de Dios.

Desde muy joven siempre pensé en lo que haría cuando fuera mayor y mis deseos y planes cambiaban conmigo a medida que crecía. A los 19 años, estaba convencida de saber lo que me haría feliz: casarme, tener una familia numerosa y seguir participando en el escultismo, en el voluntariado y en mi camino cristiano. En realidad, una pregunta sobre mis planes de futuro fue suficiente para que todo se desmoronara y empecé a preguntarme si ese propósito era solo mío o si también estaba en sintonía con el sueño de Dios para mi vida.

El viaje a lo más profundo de mis deseos y las preguntas más importantes que me ayudaron en mi discernimiento, nacieron en uno de los momentos más hermosos de mi vida; es decir, cuando me sentía feliz, amada, contenta con lo que estaba viviendo y logrando en lo personal, con la familia, los amigos, el voluntariado, la universidad y las pequeñas experiencias laborales.

Esa pregunta: “¿Qué piensas hacer con tu vida?”, empezó a escarbar en mí, a cuestionar mis certezas. Me hizo ver que sola no podía hacerlo, necesitaba ayuda para entender lo que había en mi corazón y para leer mi vida. Agradezco haber encontrado esta ayuda que me permitió desnudarme ante Dios y escuchar a través de la Palabra, las personas que me rodean y los hechos de la vida, aquello que realmente me hacía feliz.

El tiempo en que experimenté este discernimiento, me sentí profundamente unida a Dios y a su presencia. Sentí paz y serenidad, aún no sabía qué elegiría pero cada vez estaba más claro que solo me importaba cuál era mi camino y cómo podía seguirlo.

Simonetta firma la oración de consagración, 1 de mayo de 1996

Doy gracias por mi familia, que siempre me ha dado confianza y me ha dejado libre para tomar mis propias decisiones. A pesar de la enfermedad de mi padre y de mi hermana, mis padres siempre me han dado testimonio de la fuerza de la fe, de la alegría de vivir y de servir incluso en las dificultades.

Les agradezco el camino que tomé en el escultismo, una gran ayuda para prepararme para la vida, para experimentar la alegría de la comunidad, del servicio y sobre todo de la calle, lugar privilegiado de encuentro con Dios, con los demás y conmigo misma.

En el encuentro con la Comunidad me sentí inmediatamente en casa. El encuentro con el hambre de pan y de Dios de tantos hermanos en el mundo, ya no me dejó tranquila y me hizo ver que Dios me pedía que entregara mi vida para ellos comprometiéndome con la misión y la comunidad.

En los momentos más difíciles, lo que me da fuerzas para seguir adelante es pensar en el momento de hace 30 años en que dije mi sí con libertad y alegría. Tal vez ni siquiera entendí completamente lo que estaba eligiendo, incluso ahora no estoy segura de saberlo, porque el camino es siempre esencialidad y novedad, encuentros y experiencias que requieren siempre un nuevo sí.

Con Dios no se vive de la tierra, pero así como paso a paso se llega a la meta, cada sí que se dice, permite uno nuevo. Lo que sí es cierto es que Él es fiel y me ama siempre.

Simonetta Pili