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¿Qué quiere Dios que haga yo?

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Durante los meses de junio, julio y agosto tuve la oportunidad de conocer la misión en Lima, Perú, ha sido una experiencia que tenía años en mi corazón, recuerdo cuando por primera vez una misionera peruana nos habló de su país desde ese momento en mi nació un sentimiento de conocer su país, conocer la realidad, conocer a sus personas, conocer la vida del pueblo peruano.

Fueron 90 días de incontables encuentros con personas de todas las edades, desde niños hasta abuelitos, fueron 90 días intensos donde cada día Dios me quería decir algo nuevo, en uno de éstos días con los grupos de solidaridad de la parroquia visitamos a una pareja de abuelitos muy pobres y muy enfermos, recuerdo que está pareja a pesar de las dificultades económicas y de salud se amaban, tenían un historia muy particular lamentablemente la señora había perdido una pierna por lo cual tenía que estar en cama todo el día, mientras el señor tenía problemas al oído y en las rodillas por lo cual no podía hacer muchas cosas, lo que más me impacto de esta familia fue el amor que se demostraban, la forma de cuidarse, de tratarse, incluso la forma de hablar uno del otro siempre con amor y respeto, recuerdo mucho que el abuelito nos enseñó una foto de su esposa de joven, recuerdo aún el brillo de sus ojos al verla.

Durante esta experiencia surgió una pregunta muy importante gracias a una amiga, Sofía decía que nos preguntáramos: “¿Qué me quiere decir Dios con esto?” está pregunta me acompaño para vivir una experiencia aún más completa, por qué en cada cosa que hacía ponía primero está pregunta, cuando íbamos a los colegios para el proyecto de anemia con los niños, cuando estaba en sembrando esperanza con las personas enfermas, embolsando Jabón con Chiara, o cuando era lo más sencillo como lavar los platos o barrer los salones de la olla común Bello Horizonte, y encontraba a Dios en cada momento, en el niño que no quería tomarse sus medicamentos, en el amigo enfermo de sembrando esperanza que daba abrazos sin parar, en la gran amistad con Chiara, con la señora Ascencia que daba todo por tus hermanos más pobres, ahora que han pasado ya algunos meses ha surgido en mi una nueva pregunta “¿Qué quiere Dios que haga yo?”.

Una de las experiencias más grandes que me llevaré en el corazón será la convivencia con más personas que venían de otros países Chiara, Itzayana, Valentina, Luz, Milagros y los amigos Brasileños estar en Perú con personas de Italia, Puerto Rico, Brasil y México fue una experiencia de comunión muy importante para mí, el idioma nunca fue un impedimento, al contrario creo que fue una oportunidad de conocer más la misión desde todas las perspectivas, por qué todos éramos diferentes pero teníamos algo en común, querer ser UNO y amar la misión.

Han pasado ya algunos meses desde que regrese a México, y aún siento que parte de mi se quedó en Lima, en mi corazón están las risas, lágrimas y platicas que tuve con tantos amigos del GimVi: Dessire, Sofía, Angie, Jano, Piero y tantos más que sería una lista interminable, ver la entrega de muchos en la misión de San Ramón, ver el servicio de cada uno en el Jeshua o en el vida nueva, ver sus desvelos, compartir con ellos las salidas, los almuerzos, los trabajos, el cansancio, incluso mi cumpleaños, a ellos les compartí que sentía un poco de nostalgia estar lejos de mi familia por mi cumpleaños, pero que gracias a ellos mi familia ya estaba ahí conmigo, mi familia ahora también eran ellos.

Vivir con los misioneros me permitió amar aún más la vida que llevan, una vida de Misión, Comunión y Providencia, sin dudar logré experimentar cada una de manera muy fuerte, agradezco a P. Diego por darme palabras de aliento cuando las necesite, agradezco a Dios por los misioneros y misioneras que hacen tanto por las personas de Perú, y del mundo, que gracias a ellos y con todo el trabajo que hacen han cambiado la vida de muchas personas, incluso han salvado a tantas personas con sus oraciones. Aún no encuentro las palabras para describir todo lo que aún siento, pero definitivamente fue una experiencia donde Dios me demostró el amor tan grande que tiene hacía mí.

César Méndez
GIMVI Jóvenes CMV Texcoco