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Quiero gastar mi vida saliendo a la misión

Mónica Ataucusi – Al final de 2021 pude partir a la misión en Mozambique, debo confesar que mi deseo de ir al África se cultivó muchos años atrás cuando participé de la Infancia Misionera, hasta que se volvió una motivación para poder ahorrar lo suficiente y un día hacerlo realidad.
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Al final de 2021 pude partir a la misión en Mozambique, debo confesar que mi deseo de ir al África se cultivó muchos años atrás cuando participé de la Infancia Misionera. Luego, pasando por los grupos misioneros de adolescentes y jóvenes, el deseo fue madurando mucho más, hasta que se volvió una motivación para poder ahorrar lo suficiente y un día hacerlo realidad; incluso durante la pandemia, a pesar de tiempos inciertos que se vivían ese deseo de “gastar la vida saliendo a la misión” se mantuvo firme. Parecía que la experiencia no se daría por causa de la pandemia y tuve que esforzarme mucho más, hasta que finalmente se dio.

Estar de misión por Mozambique me enseñó a abrazar sus riquezas como también sus desafíos. De hecho, pude unirme a las distintas actividades que los misioneros y misioneras llevan adelante allí, dando respuesta a los desafíos que viven, entre ellos la educación.

Como soy profesora, me sentí muy motivada a sumarme a los proyectos educativos que sostiene la CMV; tengo que confesar que me emocionaba  mucho la idea de poder compartir lo que sé con el pueblo de Mozambique. Para mi fue la oportunidad de hacerme uno con la educación en ese país e intercambiar con cada educador. Fue un gran regalo tener 3 días de intercambio con los profesores de los centros de nivelación y sentir que aprendíamos juntos nuevas maneras de enseñar a nuestros niños.

Entre las riquezas que conocí de Mozambique y pude valorar de inmediato estaba su dialecto, de hecho los cantos durante las misas se hacían en “ronga”, incluso el evangelio era leído en portugués y luego en su dialecto. Las misas definitivamente reflejaban su gran fe en la sencillez. Y cómo no mencionar su arte característico reflejado en las capulanas que visten las mujeres de la zona, a mi en particular  me regalaron algunas como gesto de gratitud en los días de despedida.

Entre sus desafíos, conocer la realidad del sistema sanitario me impactó mucho, fui testigo de los limitados accesos que se tienen en la salud pública, si no fuera porque ya tengo una carrera hecha este tipo de situaciones me impulsaría a estudiar medicina y así poder sumar un granito de esfuerzo para mejorar la calidad de vida de las personas que allí viven.

Finalmente, cerré mi experiencia participando del proyecto “Navidad niños” donde pudimos realizar distintas manualidades referidas a la navidad con los niños de la zona y logramos aprender juntos cantos de adviento. Fue un proyecto hermoso liderado por la CMV y acompañado con jóvenes del grupo misionero.

Y así se pasaron 40 días intensos sintiéndome comunidad no solo con los misioneros y misioneras sino con todo el pueblo, compartiendo la fe con esperanza y una amistad sincera. Hoy estoy convencida, desde una raíz de fe, que deseo seguir sumándome a experiencias que me inviten a trabajar por el bien del otro sin importar cuán lejos