“Paseaba por una playa, bañada por las poderosas olas del océano, coloreada por una variada calidad de aves y plantas tropicales y … aquí y allá botellas de plástico, latas, platos, trapos… que parecían bofetadas a tan inmaculado esplendor.
Un poco más adelante, un grupo de jóvenes, cada uno con un costal en la mano, se inclinaban y recogían, limpiaban y devolvían su belleza a aquella porción de tierra.
Me uní a ellos, porque su ejemplo me tocó, me interpeló, me llamó a “ensuciarme las manos” con ellos.
El Papa Francisco, en el mensaje para esta jornada de oración, nos invita a “unir fuerzas y caminar junto a hombres y mujeres de buena voluntad para repensar la cuestión del poder humano, su significado y sus límites”.
Ante la inmensidad de los problemas globales podemos asustarnos, desilusionarnos, dar la espalda o juntarnos con pequeños y constantes gestos y contagiar a los demás en una cadena de solidaridad en favor de los demás y del medio ambiente..
De depredador a cultivador: un llamado a la esperanza y la acción para la creación.
Este año, el Papa Francisco nos invita a “esperar y actuar con la creación”, ofreciendo una visión transformadora que empuja a la humanidad a pasar de una actitud de depredación a una de cultivo del jardín que Dios nos ha confiado. “Esta conversión consiste en pasar de la arrogancia de quien quiere dominar a los demás y a la naturaleza -reducida a objeto manipulable- a la humildad de quien se preocupa por los demás y por la creación”. De la soberbia a la humildad, del dominio al cuidado, de los depredadores a los cultivadores: una transformación que requiere la fuerza de Arriba, la fuerza del Espíritu Santo que “mantiene alerta a la comunidad creyente y la instruye continuamente, la llama a la conversión en estilos de vida”. “
Surge una relación de reciprocidad responsable entre los seres humanos y la creación: el hombre puede utilizar los bienes de la tierra con la conciencia de ser su guardián llamado a salvaguardarla y protegerla. “La tierra es confiada al hombre, pero sigue siendo de Dios” (cfr Lev 25,23).
El hombre, a menudo impulsado por un deseo insaciable de posesión y control, ha tratado la Tierra como un recurso que debe explotarse sin límites. Esta actitud depredadora ha provocado una devastación ecológica que amenaza la vida misma del planeta.
El día de la sobrecapacidad, el llamado “día de la Deuda Ecológica”, en 2024 a nivel mundial fue el 1 de agosto (en Italia fue el 19 de mayo). Designa la fecha en la que la humanidad llega al punto de consumir los recursos producidos por el planeta durante los doce meses y por tanto la necesidad de utilizar capital ambiental para cubrir la exigencia excesiva. Esto significa pedirle a la Tierra más de lo que es capaz de devolver. Este dato nos dice que se necesitarían casi dos planetas para satisfacer el consumo de la población mundial. ¿Podemos seguir así? ¿Qué estamos dejando a las generaciones venideras?
La esperanza -subraya el Papa Francisco- es el motor de la acción. No podemos permitirnos el lujo de ser espectadores pasivos ante la destrucción de la creación. La esperanza nos llama a ser protagonistas de un cambio positivo, a través de decisiones cotidianas que respeten el medio ambiente y promuevan la justicia ecológica.
Actuar con la creación significa adoptar estilos de vida sostenibles, promover la educación ambiental, apoyar políticas a medio y largo plazo que protejan nuestra casa común. Cada pequeño gesto cuenta, desde ahorrar energía hasta reciclar, desde reducir el uso de plástico hasta adoptar energías renovables, desde aprender a disfrutar de poco sin esperar siempre algo diferente y quizás superfluo.
“Esperar y actuar con la creación significa entonces vivir una fe encarnada, que sabe entrar en la carne sufriente y esperanzadora de las personas (…), significa vivir una vida que se convierte en canto de amor a Dios, a la humanidad, con y para lo creado, y que encuentra su plenitud en la santidad”.