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Margaret: Evangelizar todos los días

Me llamo Margaret, soy brasileña, misionera en el mundo, formo parte del CMV desde 1989 y soy enfermera de profesión.

Trabajo en un hospital público de Belo Horizonte (Brasil) en la sala de pediatría, en cuidados paliativos con niños con enfermedades incurables.

Ser misionera

Cuando empecé a trabajar en el hospital, todavía no era misionero, pero sentía un fuerte deseo de evangelizar, de amar a los más pobres, de dar tiempo, de visitar, de estar con esos hermanos necesitados, que había descubierto a través del ejemplo de mi madre y que intensifiqué participando en el grupo misionero del barrio de Bethania, donde estaba la comunidad.

Sabía que podía evangelizar y llevar el amor de Dios a estas personas, incluso en el mundo del trabajo; podía ser misionera, incluso sin cruzar mares y océanos, ni recorrer miles de kilómetros de carreteras para evangelizar. Podía ser testigo del amor de Dios allí donde me encontrara, a través de pequeños gestos de amor y atención. Y comprendí lo desafiante que sería, estar en el mundo del trabajo y ser testigo del amor de Dios, pero este sentimiento se hizo cada vez más fuerte en mi mente y en mi corazón, porque el encuentro y el testimonio serían diarios, con los pies en la tierra.

Algo diferente

Todas las tardes, cuando llego al trabajo, saludo a las madres y a los niños. Una de esas noches entré en la sala para dar las buenas noches y una madre me dijo: “Oh sí, hoy tendremos una noche tranquila, nuestro ángel ha llegado” Esto me sobresaltó, pero sonreí y me quedé callada. De repente, esta mujer se acercó a mí y me dijo: “¡Tienes algo diferente a las demás enfermeras, eres distinta, pones amor en lo que haces y las madres dormimos serenas en tu día!”

Me impresionaron mucho esas palabras y sentí fuertemente que Dios me llamaba a evangelizar con pequeños gestos de amor que hablan de ÉL en el mundo del trabajo. Poco a poco otras personas, madres, compañeros de trabajo, también comenzaron a confiarme sus problemas, angustias y tristezas y me pedían constantemente que rezara por ellos. Comprendí la belleza de testimoniar con mi vida la vida de Dios.

Un día con los Misioneros