P. Bruno es uno de los sacerdotes que trabajan en la Comunidad Misionera de Villaregia, en Brasil, y comparte con nosotros algo de su experiencia como sacerdote misionero:
“En todas las familias hay momentos especiales que marcan el día. Para nosotros, los misioneros, es la celebración eucarística comunitaria, donde nos reunimos en torno al altar, es un momento central de comunión con Dios y con nuestros hermanos. Cada celebración nos empuja a dejarnos enviar “hasta los confines de la tierra” y nos hace crecer en unidad”.
A menudo, antes de la celebración, compartimos lo que ha caracterizado el día: un encuentro, una experiencia particular, un motivo de oración, con el deseo de percibir los signos de Dios en nuestra vida y en cada pequeño o gran acontecimiento. Por eso, para mí celebrar la misa comunitaria significa recoger la jornada y ver la acción de Dios en medio de su pueblo a través de los ojos y el corazón de los misioneros que comparten los acontecimientos y las gracias que se produjeron, la acción providencial de Dios, las necesidades, las alegrías y las lágrimas de la gente que encontraron. Significa también dejarse iluminar por la Palabra que hemos escuchado, para que dé sentido a nuestra vida y alimente nuestra esperanza en el Dios resucitado que está en medio de nosotros”.
