Search

Angélica: Quien ama, acoge

POR QUÉ QUIEN AMA, ACOGE: este es el lema que trata de expresar el alma y la pasión que nos mueve cada día al ponernos al servicio de los niños del Centro de Acogida Betania, que coordino desde 1994, en las afueras de Belo Horizonte.

Con mi marido Paulão elegimos seguir nuestro gran deseo: servir a los más pequeños y abrir los brazos de nuestro matrimonio a la acogida en esta obra de nuestra Comunidad. En aquella época vivíamos en el sur de Brasil, en el estado de São Paulo, y cuando enviudé, acabé mudándome a Belo Horizonte, con mis tres hijos pequeños, para continuar con este proyecto con el que mi marido me acompañó desde el cielo.

Para mí es siempre un gran regalo trabajar junto a mis hermanos de la Comunidad por los que más lo necesitan, siempre me siento mucho más ayudada de lo que puedo ayudar. Ver la capacidad de recuperación de las familias, los niños y los adolescentes me fortalece y me hace estar agradecida por todo lo que estamos logrando.

Dejar a mi familia y mi ciudad natal no fue fácil, pero entregarme cada día a ofrecer a los niños y adolescentes una acogida digna, con buena comida en un entorno limpio y bonito me llena. Vivo este servicio con amor y dedicación en nombre de toda la Comunidad. Misioneros, colaboradores, voluntarios, benefactores de muchos países nos ayudan de diversas maneras a hacer respetar los derechos de los niños y a ser instrumentos del amor de Dios por ellos.

Lo que intento hacer cada día es ofrecer el amor de una madre a todos los niños recibidos. Una madre abraza, da cariño, escucha, aconseja, corrige porque quiere ver a su hijo crecer bien y feliz. Las familias confían mucho en nuestro trabajo y dejan a sus hijos en el Centro de Acogida para que puedan trabajar y garantizar una vida digna cada día.

Los frutos de estos 30 años de trabajo son muchos. Muchos de los que han asistido aquí han vuelto para dar las gracias, ahora son voluntarios, o apoyan con diversos tipos de donaciones. Estamos recogiendo los frutos que hemos plantado y no hay mayor recompensa que ver a los niños convertirse en adultos felices y satisfechos, siguiendo sus propios sueños. Nos enfrentamos a muchos retos cada día, pero merece la pena cuando vemos los frutos. Esto nos da una gran alegría.

Un día con los Misioneros