Justo al comienzo de mi camino de fe más consciente, la Divina Providencia quiso que la Comunidad Misionera de la parroquia iniciara la “Misa de los Jóvenes”. Una vez a la semana estudiamos un pasaje de la Biblia. ¡Poco a poco me di cuenta de que me gustaba este “alimento” y cada día lo que había sido un placer se convirtió en una necesidad vital, existencial! Empecé a ir a misa todos los días, con una especie de ansiedad por escuchar lo que Dios me iba a decir ese día a través de las lecturas proclamadas en misa…
A partir del “hambre” que tenía por la Palabra de Dios, pude imaginar (y luego confirmar) que es una realidad inherente e innata del ser humano.
Una experiencia importante que iluminó y puso de relieve el lugar esencial de la Palabra en el camino de la fe fue el encuentro DABAR de la Escuela de Evangelización San Andrés que celebré en la CMV.
Así, era natural en el apostolado de nuestra Misión en Belo Horizonte proporcionar al pueblo de Dios estructuras que le permitan experimentar un encuentro profundo con la Palabra de Dios. Una de ellas es la PCE (Pequeña Comunidad Evangelizadora), que se reúne semanalmente a las 20:00 horas.
El alma del PCE es proporcionar una experiencia comunitaria en torno a la Palabra de Dios y alimentar la sensibilidad misionera, abrazando la identidad de ser una comunidad que evangeliza. Visité uno de los PCE y conocí a Suelen, una joven madre, que está realizando esta experiencia. Y ella misma dice.
“En primer lugar, participo por mí, porque siento la necesidad de estar más cerca de Dios y de conocer su palabra. A veces, con las prisas del día, no tenemos tiempo para sentarnos a leer la Biblia o incluso tener un momento de oración, así que el PAE me acerca de alguna manera a Dios. Tengo un momento a solas con Él y me llena de amor para que ese amor se desborde y contagie a otros hermanos“.
Damos gracias a Dios por los pasos que nos permite dar hacia una vida en la que somos realmente “todos hermanos”….
